El presidente ruso, Vladimir Putin, es considerado uno de los hombres más poderosos del mundo. Pero hay algo que no puede controlar, al igual que el resto de los humanos: la infinidad de pequeños gestos de su rostro que revelan actitudes profundas de él como persona y de su estilo de liderazgo.
Ya Charles Darwin (1809-1882) había postulado que los seres humanos no pueden inhibir los músculos faciales asociados con emociones intensas. Y más recientemente, el norteamericano Paul Ekman (1934) hizo una serie de clasificaciones de esas microexpresiones, tan innatas y universales que incluso se observan en un ciego de nacimiento, que jamás pudo haberlas aprendido de su entorno.